lunes, 13 de agosto de 2018

Río


Sigo con mis ejercicios de concentración o meditación. Fijo la atención en algo de lo que me rodea e intento describirlo. Ayer fuimos al río.  Solemos hacerlo, para desentumecer cuerpo y espíritu. Y ayer estaba bastante entumecida... Dicho queda. Este es un paseo que me gusta  especialmente. Y creo que es porque se ve el río en todo momento. Intento disfrutar de todos los sentidos, pero siempre la vista y el oído prevalecen (son unos mandones). Me esfuerzo por sentir los olores y diferenciarlos, pero el spray antimosquitos que uso desprende una fragancia intensa a geranios  que oculta cualquier otra información olfativa. Y salir sin el spray es innegociable, lo siento. 

Como la vista y el oído lo inundan todo, no voy a resistirme. Los sonidos son especialmente relajantes: el agua que corre caudalosa (Rafa dice que deben haber abierto la balsa del pantano), con un tono verde oscuro metalizado que, en los recodos en los que coge carrerilla, se vuelve azul metalizado con vetas de rizos blancos y un ruido potente, casi de central eléctrica pequeñita. Pasado ese recodo, se ve un camino de fresnos, robles, álamos y zarzales, más o menos plano y despejado al principio, pero que se va cerrando a la vez que se ondula el terreno cubierto de hojas secas de álamos, de un color blanco rosaceo. Todo el rato se escucha el ruido de mis zapatillas acolchadas sobre la arena o la gravilla y, cuando me detengo, el de los pájaros ocultos por la vegetación. Desconozco sus nombres, pero distingo el golpeteo de uno, el suave trino de otro y el ulular (cansino) de las tórtolas. 

Parece que mi nariz se ha acostumbrado al olor del antimosquitos,  porque de pronto me sorprende un olor que conozco bien: el de la hierbabuena (Rafa dice que parece más bien poleo-menta, pero mi olfato poco entrenado no los distingue), y efectivamente, distingo varias agrupaciones verdes que bien podrian ser de poleo (o de hierbabuena). Me congratulo por mi primer acierto. Ya tengo la nariz lista para reconocer olores... En mala hora... antes de divisar con la vista el rebaño de ovejas, oigo el acompasado tolón-toloneo de sus cencerros y, segundos después,  sin lugar a dudas, me llega el dulzón aroma de excrementos frescos que desprende el rebaño. No es desagradable el olor. Pero sí  lo que evoca. 

Nuestra bodeguera, Lara, nos acompaña siempre. Seguro que ella describiría el paseo de forma diferente. ¡Ese puede ser un reto para el próximo ejercicio!

No hay comentarios:

Publicar un comentario